martes, 14 de marzo de 2017

Triste

A principios del presente año se cumplían tres desde que comencé mi particular singladura por las imprevisibles aguas del océano virtual. Apasionantes e ignotos mares donde descubrir y descubrirme. Encuentros con exótico/as navegantes con rumbos ora paralelos ora divergentes. A veces con el viento a favor pero también atravesando procelosas aguas locas por echar a pique mi precaria embarcación. De todas las jornadas de navegación es posible sacar valiosas experiencias para enriquecer mi cuaderno de bitácora. No es recomendable protestar por el estado de la mar pues esta es un elemento natural aleatorio al que debemos adaptarnos. Sin embargo hay una circunstancia en la travesía que pone a prueba la cordura del más rudo marinero: la temible encalmada. Interminables jornadas en las que el tiempo parece detenerse por completo. Hasta donde llega la vista el agua como un plato, una ausencia total de viento y de sonido capaz de hacerte enloquecer. El atronador silencio se convierte en tosco paisaje áspero y punzante. Cualquier cosa es mejor que esa nada profunda. Acabar en las fauces del Kraken o arrastrado al fondo por caprichosas sirenas. Perder la batalla contra la perfecta tempestad o degollado por piratas berberiscos. Cualquier cosa menos ese silente universo petrificado.

Existe claramente un antes y un después desde que me enrole en mi particular Calypso. Muchas cosas han cambiado y no necesariamente para bien. He descubierto rincones de mi mente que siempre han estado esperándome y observo con los ojos bien abiertos una realidad que me desagrada en gran medida. 

Una pequeña avería me ha dejado sin los modernos sistemas de navegación para, por ahora, tres semanas. Como no hay mal que por bien no venga, vuelvo a los medios tradicionales, cosa que me satisface en gran medida. Los procesos se ralentizan y vuelvo al ritmo arcaico.
Sin ir más lejos he retomado la lectura de mis autores favoritos obteniendo nuevas perspectivas que creí olvidadas.

Esta semana he leído dos veces "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?" de Philip K. Dick y he descubierto que son casi infinitas las lecturas que se pueden sacar de tan delirante y densa novela. Al tiempo busqué por casa la versión del director, Ridley Scott, original subtitulada de "Blade Runner" basada en el libro anteriormente mencionado. Para terminar he escuchado nuevamente el "podcast"de la ficción sonora adaptación intermedia entre el filme y la novela magistralmente preparada para la radio. (Esto me recuerda lo mucho que molaban las adaptaciones radiofónicas de grandes obras).
Son tres manifestaciones artísticas con una raíz común pero distintas tanto en su concepción como en su desarrollo. 
La novela, no sé si es porque me agarra en mal momento, pero me ha dejado un regusto de sensaciones que me resultan difíciles de describir. (Grande Philip K. Dick) Quizá cierto sabor amargo-metálico y una alteración de la conciencia y el ánimo solo al alcance de algunos psicotrópicos. Me deja muy "tocado" esa especie de desazón en la que viven inmersos tanto humanos como "andys" y que se contagia de una manera brutal debido al parecido que esa decadencia absoluta tiene con la época actual. 
Del filme, qué decir, una obra de culto adelantada a su tiempo agobiante, plomiza y desesperanzadora. La escena final de Roy Batty, exclusiva de la película, me sigue estremeciendo por su descarnada poesía. Un detalle que se me escapó en su día: El replicante Leon Kowalsky nació (nacerá) el 10 de abril de 2017. Así que el futuro, como ya ocurrió con "1984" de Orwell, se ha fusionado con esta obra premonitoria. (Grande el cine) 
De la ficción sonora me chifla la maestría de los actores para llevarnos a ese universo deprimente inflamando nuestra imaginación utilizando para ello solo sus voces y los efectos de sonido (Grande la radio). Uno de sus protagonistas era el difunto paisano mío Alex Angulo al que quiero rendir homenaje. 

Todo lo que leo, veo, escucho y siento ultimamente me deja el ánimo bajo mínimos. Y estoy casi seguro que no es un problema del receptor. No estoy deprimido ni mucho menos. Simplemente creo que sufro de exceso de consciencia y eso me deja exhausto. 
Creo que lo más sensato para mi salud física y mental sería una retirada progresiva de la realidad. Un repliegue táctico defensivo. Dedicar el tiempo y el esfuerzo a las pequeñas cosas que me agradan y olvidarme de cuanto tiempo nos queda.