martes, 8 de septiembre de 2015

Los zapatos de Ayran


Esta es una nana tradicional sefardí que ha viajado por la historia y por el mundo en la memoria de los refugiados judíos expulsados de la península ibérica hace más de quinientos años
Llevo ya unas cuantas horas viajando por el "maravilloso" mundo de las fotografías "icono" de innumerables conflictos y catástrofes naturales. Curiosamente muchas están protagonizadas por niños: Hiroshima, Auschwitz, Vietnam, Bosnia, Ruanda, Palestina...
Sin embargo hay una imagen que permanecía dormida en mi cabeza y que en su día me desgarro por dentro con tremenda violencia. Sé que son la punta del iceberg del sufrimiento infantil en el mundo, pero cuando puedes "tocar" la tragedia la perspectiva cambia por completo. Si lees en la prensa que una ciudad ha sido bombardeada y que como resultado hay cientos de muertos y heridos, el suceso pasa a ser uno más entre un aluvión de malas noticias que nos tienen narcotizados. La saturación nos hace insensibles. Pero si puedes ver un cuerpo destrozado por una bomba o escuchas el tableteo de un fusil y  las balas silbando cerca, la guerra deja de ser como en las películas.
En este caso era el vídeo de la muerte en directo de la niña Omaira Sánchez hace ya 30 años. Quedó atrapada tras la erupción del volcán Nevado Ruiz en Colombia y tras sesenta horas de agonía nada pudieron hacer por salvarla. Era solo una más de los 25000 muertos que dejó la catástrofe, lo sé, pero verla morir en directo y escuchar su entereza y su ternura con solo trece años es muy duro para cualquier persona mínimamente sensible. 
Aunque quiera nunca podré olvidar a esa niña y del mismo modo no creo que olvide jamás al niño sirio. Sin quererlo se ha convertido en un inocente símbolo de la sinrazón y la barbarie.
Cuando miro su foto en la playa, además de humedecer mis ojos, hay algo que atrae poderosamente mi atención: sus zapatos. Muchas de las imágenes del horror se representan con niños descalzos. La pobreza o la guerra les arrebata los zapatos junto con la inocencia. Sin embargo Ayran tiene buen calzado y eso no es baladí. 
En su país tenían un futuro digno no hace demasiado tiempo y todo se ha desmoronado en un abrir y cerrar de ojos como consecuencia del conflicto.
En su día, la guerra de Bosnia, en el corazón de Europa, me enseñó que nadie en este mundo está libre de conocer la crueldad más apabullante y la situación en países como Siria, Túnez o Egipto lo corroboran.

Quiero terminar con una frase que ya utilicé anteriormente en otro post. Esta extraída de el film "Seven" y me vuelve a parecer muy apropiada:

"Ernest Hemingway escribió una vez: El mundo es maravilloso y vale la pena luchar por él... estoy de acuerdo con la segunda parte"
Detective William R. Somerset (Morgan Freeman)

Ayran Kurdi

Junto a su hermano Galip

Duerme, duerme

Además de Ayran, Galip y su madre Rehan, otras nueve personas más, entre ellas tres niños, perecieron ahogadas en el mar en la misma travesía. En lo que llevamos de año más de 2500 personas han muerto ahogadas en las peligrosas aguas del mar en busca refugio. Aunque la depravación no entiende de patrias ni banderas los traficantes en esta ocasión presuntamente son de nacionalidad siria también.