En su mente ya no había compartimentos separados donde habitaban consciencia e inconsciencia. Era un "loft" con pleno acceso a todo la información en cualquier momento.
No era exactamente dormir lo que hacía. En lugar de eso, su cerebro se ponía en reposo aparente o en hibernación y solo en contadas ocasiones cuando la información se acumulaba y hacía acopio de actualizaciones debía apagarse brevemente para reiniciarse y continuar con su frenética actividad mental. Era una especie de desmayo programado o siesta.
Apenas cinco horas antes se había metido en la cama para…descansar un poco, o algo que se le podía asemejar bastante. Acababa de leer la noticia de que una cadena norteamericana de televisión de pago iba a iniciar la emisión de una reedición de la serie “Cosmos”. Creada y presentada por el astrónomo, astrofísico, cosmólogo, escritor fuente de inspiración para muchos de nosotros: su querido y difunto Carl Sagan. Como lo suyo era una especie de sueño lúcido, las horas reservadas teóricamente para caer en los brazos de Morfeo las dedicaba a meditar sobre las cosas que le interesaban o preocupaban y esa vez no iba a ser una excepción.
Recordaba cuanto le influyó en su día la emisión de la serie original. Todo un hito en la divulgación científica que logró que muchas personas de su generación se interesaran por la historia de la ciencia, la astronomía o el medio ambiente y como les inculcó la preocupación por el futuro inmediato en una época en que la genética, la física cuántica, Internet y las redes sociales, la tecnología digital, los dispositivos portátiles y un larguísimo etc, estaban en fase embrionaria.
Supo de Eratóstenes, de Aristarco de Samos, de Galileo, de Johannes kepler... y dos décadas antes que Amenabar y su "Ágora", de Hypatia de Alejandría. El cambio de siglo y de milenio, supersticiones aparte, se presentaba como el umbral de una era en que ciencia y tecnología dotarían a la humanidad de un calidad de vida y un bienestar sin precedentes. Se diría adiós a la pobreza y el hambre y daríamos la bienvenida al tiempo del ocio, la realización personal y el crecimiento sin limites de nuestra condición de humanos…
…pero las incógnitas que la ciencia había logrado despejar, como ya sabían los filósofos griegos, propició que el número de nuevas preguntas se viera multiplicado de manera exponencial o que en algunos casos se cambiaran por otras nuevas. La degradación ambiental que en los “ochenta” Sagan podía intuir no solo se había confirmado sino que se encontraba en fase critica. La economía global basada de manera absurda en el crecimiento había logrado que las desigualdades sociales y la acumulación de riqueza en unas pocas manos se hubieran acentuado de manera patente. La población había aumentado como nunca pero sufrimos de media más pobreza y más horrores de los que cabría esperar en un mundo tan “avanzado”.
Paradójicamente su “amigo“ Javier Gomá insistía en que en esta época la humanidad se encontraba en la mejor situación objetiva de la historia, esto es, éramos menos violentos (en esto coincidía por ejemplo Eduard punset) y globalmente la situación era más favorable que nunca para ser científico y no ser quemado vivo en una hoguera, disminuido físico o psíquico y no ser exterminado. Era posible ser niño, pobre, mujer, no blanco, no creyente, no heterosexual, etc, y poder sobrevivir en el intento como en ninguna otra fase de la historia de la humanidad.
Estaba de acuerdo con esta reflexión, por lo menos en parte, pero no le bastaba, no debería bastarle a nadie.
Trabajaba más horas que sus padres y tantas como sus abuelos, siendo tan austero como ellos. El ocio y las inquietudes artísticas le suponían un esfuerzo inasumible. La conciliación familiar le parecía una broma macabra. La situación se había convertido en algo carente de toda lógica y se acordaba de las palabras que Margerite Yourcenar puso en boca del emperador Adriano: “Dudo de que toda la filosofía de este mundo consiga suprimir la esclavitud; a lo sumo le cambiaran el nombre. Soy capaz de imaginar formas de servidumbre peores que las nuestras, por más insidiosas, sea que se logre transformar a los hombres en máquinas estúpidas y satisfechas, creídas de su libertad en pleno sometimiento”.
No sabía si todo resultaba ser el sueño de un oso polar, la fantasía insertada por Matrix en nuestras mentes o que en realidad el era un “replicante” y todos sus recuerdos le habían sido implantados por la inteligencia que lo creó. Recordó “Cosmos” y la Navaja de Ockham : entre dos hipótesis, una rocambolesca y otra sencilla debería escoger la segunda. La adaptación de esta máxima al comportamiento humano se denomina coloquialmente la "Navaja de Hanlon" que básicamente dice que, conspiraciones y contubernios del poder aparte, la explicación más sencilla para comprender todos esos desmanes dice que todo se lo debemos a la estupidez humana que Albert Einstein ya catalogó de infinita.
El bueno de Albert murió sin llegar a conocer la "Teoría de la estupidez" , seguro que le hubiera gustado. Es de largo la radiografía más acertada del comportamiento homínido que se ha escrito jamás.
En pocos minutos se le elevarían los párpados impulsados por la lógica pregunta:
-¿seré yo uno de esos estúpidos?.-
"La persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe"
El corolario de la ley dice así:
"El estúpido es más peligroso que el malvado"
Enlaces:
La Navaja de Ockham y el Principio de Hanlon
Cosmos de Carl Sagan (versión extendida español)
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La Navaja de Ockham y el Principio de Hanlon
Cosmos de Carl Sagan (versión extendida español)