miércoles, 16 de diciembre de 2015

Un pequeño presente para estos días singulares

No soy una persona que se deje arrastrar por el pesimismo, odio ir por el mundo de “apocalíptico”. No es ninguna virtud, muy al contrario es mi mecanismo de defensa para poder continuar de pie y no sucumbir a las tentaciones autodestructivas. Estoy seguro de que a través de la historia ha habido momentos mucho más terribles y desoladores que el actual a lo largo y ancho del mundo. No me refiero en absoluto a mi situación personal que como la de todo bicho viviente está sujeta a múltiples vaivenes y que muchas veces no somos capaces de calibrarla con la suficiente objetividad. Hablo de mi sensación con respecto al mundo que nos ha tocado vivir. No soy ningún experto en casi nada pero presumo de una cierta inquietud por mantener un criterio lo más contrastado posible sobre los muy diversos conflictos que imperan en la actualidad. Aún así, como decía, al fin y al cabo solo es una sensación la que determina un estado de ánimo o una impresión general sobre como veo mi tiempo. Resumiendo: no es lo que alguien como yo podía esperar para finales de 2015. 
Aún así considero que para vivir tenemos dos opciones claras por encima de las demás: ser parte del problema o parte de la solución, formar parte de los que tiran del carro o de los que se suben en él a protestar y a llorar, ser de los que ayudan o de los que  hacen un infierno la vida de los demás. En cualquier caso una opción decorosa intermedia sería la de, si no estás por la labor de construir, por lo menos no jodas a nadie. Vive y deja vivir.
Un grano tras otro y tras otro más y tenemos una hermosa playa o un fascinante e infinito desierto.
Hoy mi grano de arena para mejorar el ambiente en estos días de regocijo colectivo (y también de agobio) es recomendar bailar bien juntitos el tema que propongo con la persona o personas que nos hacen sentir especiales.

Felices días a tod@s.

viernes, 20 de noviembre de 2015

Siempre nos quedará París


Aún creo recordarla tal y como era cuando la conocí. En aquellos tiempos me parecía un bombón, me resultaba tremendamente atractiva, tenía algo, no sé cómo explicarlo, era distinta del resto de las chicas de mi entorno. Sus feromonas me taladraban la piel, corrían por mi torrente sanguíneo en un frenético “rafting” que me desestabilizaba por completo. Si me miraba, el mundo se ralentizaba al tiempo que mi pobre corazón se desbocaba y resoplaba como un búfalo en celo.
Hasta hace bien poco me parecía inverosímil, como un extraño sueño, que la mera presencia de una persona en mi campo gravitatorio pudiera tener tan devastadores efectos en mi organismo.

Pasados los acontecimientos y los años la volví a ver en el lugar más insospechado del universo. Nos encontramos de frente en una calle de París cuando ella paseaba tranquila proveniente del cementerio de Pere Lachaise y yo acababa de salir del Jardín des Amandiers, un parque cercano al celebérrimo camposanto. Los años le habían sentado de fábula, si antes la veía bella se había convertido en una Diosa. Decididamente irresistible. Y si, mis piernas volvieron a flaquear, mis manos empezaron a sudar como hacía tiempo no sucedía, la percusión bajo mi pecho se hizo ensordecedora y a la velocidad del rayo un calor acogedor me recorrió el cuerpo desde la nuca hasta la entrepierna. Las mariposas que se suponía debían encontrarse en mi estómago se las había tragado una zarigüeya que no cesaba de revolverse. Pude comprobar entonces que su aroma nunca me había abandonado del todo, que seguía fluyendo por mis venas.
En el tiempo que el aliento de su boca tardó en soltar un: -hola guapo, ¡cuanto tiempo!-, mi labrada serenidad y mi costosamente conquistada calma se desmoronaron como un castillo de naipes en manos de un epiléptico. Siquiera un minuto antes de que mis miembros, vísceras y fluidos se hubieran declarado en rebeldía, acababa de terminar mi habitual sesión matinal de Tai chí en compañía de unos amigos. Había vuelto a la adolescencia como por ensalmo.

No podía borrar de mi rostro una estúpida sonrisa mientras secaba mis manos en las perneras del chandal y trataba inútilmente de extraer y tragar algo de saliva de mi árida boca. Mientras una parte de mi cerebro atendía la emergencia y trataba de comunicarse con mi lengua para articular algo mínimamente coherente, la parte analítica la escrutaba minuciosamente. Estaba en ese punto de madurez en que a las mujeres se las describe con mayúsculas. Lejos de marchitarse estaba en plena floración, esos preciosos ojos tenían intacto todo su brillo, su mirada era más limpia y la sonrisa serena como la luz que refleja el Sacré-Coeur en plenilunio. Sus caderas habían ganado contundencia y su pecho aún se mostraba apetecible. 
Antes de pronunciar mi primera palabra ya estaba rendido a sus encantos: - hola Raquel, ¡que bonita sorpresa!, ¡estás genial!-, le dije mientras colocaba una mano en su cintura y la besaba la mejilla, momento que aproveche para despertar a la bestia aspirando su aroma, más dulce y embriagador de lo que podía recordar.

No sabíamos por donde empezar una conversación largamente pospuesta y que a ambos se nos antojaba deseada. Inmediatamente pensé en la posibilidad de invitarla a alojarse en mi casa, un coqueto apartamento situado en la cara oculta de la colina de Montmartre, enfrente de los viñedos de Paris en la calle Saint-Vicent. Me contó que pernoctaba cerca de la estación de Montparnasse en la casa de una amiga que trabajaba en La Defense y que normálmente no regresaba hasta la noche así que salía sola a conocer la ciudad y no quería mostrarse ingrata con ella abandonando su casa. 
No importaba, lo entendía, pero le dije que no se iba a librar de mi tan fácil, que sería solo mía mientras fuera posible. Al tiempo no dejaba de sonreír e ilusionarme como un niño ante su fiesta de cumpleaños.
Recordé el regalo de una mujer de mi pasado, un ejemplar del “Amor en los tiempos del cólera”. Aquello fue un brindis al sol y una cita "sine díe" en este o en cualquier otro universo
Todo lo anterior carecía de importancia, las cicatrices, la eterna lucha por vivir, los sinsabores y el dolor. Era un regalo de los dioses y no pensaba rechazarlo. La oportunidad se me presentaba en bandeja de plata y no lo dudé, me lancé al vacío con todo el ímpetu y sin red. Debía quemar todas mis naves, gastar cada cartucho hasta quedarme sin munición, ¡más madera!, el reactor a punto de fisión… ahora o nunca.

Nos citamos para esa misma tarde en la puerta de la estación cercana a su alojamiento, le dije que pasaría a recogerla sobre las 18:00 y que iríamos a divertirnos por la ciudad más deliciosa del mundo, que estaba tan ansioso por volver a verla que deseaba que el reloj volara hacia la hora señalada. Nos besamos, esta vez en la boca, sonriendo. Unos ojos bonitos se convierten en increíbles si los miras a la distancia de un beso, por eso nunca cierro los míos. Los suyos eran tan bellos vistos de tan cerca que me laceraban sin piedad. Era tal y como la recordaba, bueno, la versión 2.0 era infinitamente mejor y yo estaba tan pletórico… sería indescriptible.
No necesitaba pensar demasiado acerca de donde ir y que hacer, tantas veces había imaginado como sería volver a verla, tanto había fantaseado que aquello se había convertido en un "déjà vu"
Tras la ducha, desnudo ante el espejo sentía que el corazón me latía con fuerza, mucho tiempo hacía que no me preparaba para nadie. Pulvericé un poco de mi perfume favorito por ambos lados del cuello, en el pecho y finalmente me sorprendí mi mismo sonriendo de manera pícara mientras me aplicaba un poco en el ombligo. Me guiñé un ojo mientras pensaba en lo bien que me sentaba una sonrisa, me sentía especialmente atractivo ese día.

Llegada la hora repasé mentalmente mi plan para intentar calmarme un poco. Salí de casa pronto, me apetecía pasear un poco antes de acudir a mi cita. Subí la colina y pase por un lado de la basílica para seguido empezar la bajada en dirección a la plaza de Les Abbesses. Muchas veces intenté imaginar cómo sería besarla contra el muro de los “J´taime”. Si hoy todo iba como esperaba tendría la oportunidad de comprobarlo. Tomé el metro en la misma plaza hasta Pigalle donde pediría un taxi para recogerla a la hora exacta. Por un momento pensé en la posibilidad de que no acudiera por cualquier extraña razón pero inmediatamente lo deseché por absurdo. Me sentía tan optimista que me pareció impensable. Salí del vehículo y me acerqué a la estación para esperarla. Pasados diez minutos de las seis, cuando ya empezaba a impacientarme, apareció por la esquina contigua sonriendo. Puntualmente impuntual, como siempre.
Alguien debía de quererme mucho y me había enviado un ángel. No podía dejar de sonreír, me sentía embrujado por esa mujer. Estaba preciosa y sabía que se había preparado para mi. Nos besamos de nuevo y con cada nuevo beso la conexión mejoraba por momentos.
Entramos en el taxi y tras indicar la dirección, en menos de un minuto nos estábamos devorando sin medida. Poco después tuve que mandar al carajo mis planes iniciales cambiando el destino previsto por la colina de Montmartre. Nos bajamos enfrente de mi casa y en pocos instantes estábamos decorándola con nuestra ropa voladora. Nos hicimos vestiduras ajustadas de saliva sin dejar un solo poro sin cubrir. Frotándonos hasta sacarnos brillo, ora con mesura ora con ansia desatada, follamos como si no hubiera un mañana. Quise cubrirla de placer, adorarla como mi diosa que era. En cada arqueo y en cada gemido tocaba el cielo y yo moría porque nunca terminara. Deseé fundirme en su piel y estar tan dentro como ella lo estaba en mi. Poco a poco sentía la fiera calmarse pero estaba desatado, nunca me había sentido tan poderoso, ni con veinte años. Notaba cada músculo y cada vena vibrar. Toda la tensión no resuelta de años se había liberado. Le propuse quedarnos allí todo el día y toda la noche. Soltó una carcajada para decir que ya tendríamos tiempo de saborearnos, que quería conocer la ciudad junto a mi y que deberíamos salir para aprovechar lo que quedaba de noche. -Guarda todo tu ímpetu para más tarde… lo vas a necesitar-, añadió.

Salimos de casa con tiempo suficiente como para aprovechar la reserva que teníamos en el restaurante. Fuimos caminando y al pasar por Abbesses la besé contra el muro donde ponía “te quiero” en un millón de idiomas. No podía sentirme más feliz.
A las 20:30 estábamos cenando en el restaurante Le carillon, en una mesa junto al ventanal. Charlábamos y reíamos sin parar. Brindamos por el inesperado reencuentro y bromeé acerca de su costumbre de recordarme que el mañana no estaba garantizado para nadie. Puede que tuviera razón, es más, tenía razón, pero solo podía pensar y sentir el presente que era maravilloso.

Eran las 21:15 de ese viernes 13 de noviembre de 2015. Escuché lo que me parecieron petardos y el ruido de cristales rompiéndose. Miré hacia el exterior y vi gente corriendo y algunas personas tendidas en el suelo como heridas. Instintivamente volví la vista hacia Raquel pero ya no estaba en la silla, estaba tendida en el suelo junto a la mesa y convulsionaba en medio de un charco de sangre. Las puertas del infierno se abrieron bajo mis pies, quise gritar y pedir ayuda pero nada salía de mi garganta. Una punzada en el cuello, otra en el pecho y todo desapareció de repente… el sonido, la luz… y mi sonrisa… para siempre.
Desperté en una blanca habitación y ella ya no estaba junto a mi. Tal y como apareció, mi ángel se desvaneció de repente, como mis ganas de latir.
Vivo solo porque su aroma, su luz y su sonrisa nunca me abandonarán.
Por ti Raquel, siempre fuiste una criatura maravillosa.

martes, 10 de noviembre de 2015

Istanbul

foto internet
"El buen viajero no sabe a donde va, el perfecto viajero no sabe de donde viene".

No recuerdo donde leí o escuché esta frase pero me gusta, me hace pensar. 
Todos mis recuerdos están aquí, en Bizancio.
Desde el día de hoy y hasta donde alcanza mi memoria, incontables instantes, sensaciónes y muchos latidos de mi corazón han sucedido al ritmo que ha marcado esta milenaria urbe. 
Sus cambiantes vientos mi respiración; el Mármara o el Bósforo, la sangre de mis venas; sus arcaicas piedras, mi alma.

Mi procedencia no es relevante, uno siempre siente curiosidad por sus raíces pero nada más, nunca me ha importado mucho.
Dicen mis hermanos que no siempre hemos vivido a caballo entre Europa y Asia. 
Cuentan que hace siglos, en los albores de nuestra memoria colectiva, tuvimos que abandonar nuestros hogares prestos, so pena de ser pasados por las armas. 
Allende el "Ak Deniz" Mar Blanco en turco o mediterráneo , en la lejana y convulsa Sefarad, comenzamos nuestra enésima diáspora. 
Huyendo de la "santa inquisición", embarcamos con lo puesto hacia inciertos destinos.
Apresurada huida llevándonos como únicos tesoros nuestra lengua, nuestra cultura y la eterna pena de quien abandona su tierra. 
Hay quien dice que también nos llevamos las llaves de nuestras casas pero eso no es más que una cruel leyenda. 
Aún calientes, fueron ocupadas por los "limpios de sangre".

De puerto en puerto, de vejación en vejación.
Fez, Argel, Djerba, Salónica y, por fin, Constantinopla. 
¿Quién quiere recordar el pasado?
¿Quién se aferra a una quimera?
Yo no, apenas hablo ladino, mi lengua es el turco y Beyoglu, mi hogar. 
No recuerdo el interior de la Sinagoga. 
Me gusta cantar rap, la buena hierba, pescar en el puente de Gálata... y viajar.
Estambul es mi patria, mi tierra prometida.

Dedicado con cariño a Isaac, estambulita de origen sefardí con quien tuve el placer de conversar cerca de la torre de Galata, en el barrio de Beyoglu.







jueves, 15 de octubre de 2015

¿A qué huele la guerra? Diario de un francotirador

Imagen de internet
Siempre he querido ser soldado, desde muy niño mis juegos, mis sueños, las películas que veía y mis lecturas, giraban entorno al universo de la guerra. Conforme iba creciendo me preguntaba a menudo si algún día podría estar a la altura de mi padre, militar condecorado a quien no llegue a conocer. Pero sobre todo me intrigaba llegar a saber si, llegado el momento, sería capaz de enfrentarme en combate real, cuerpo a cuerpo, a un hipotético enemigo. El simple hecho de pensar en ello iluminaba y excitaba mi imaginación.
Teniendo claro desde tan joven cual era mi destino inequívoco nadie en mi familia, ni siquiera mi madre, pudo disuadirme de llevar a cabo mis planes. Siendo así, con indisimulado disgusto y a regañadientes conseguí el permiso materno para abandonar mi casa y alistarme en el ejército siendo aún un adolescente. Comenzó así la meteórica búsqueda de mi lugar en el campo de batalla.
Quería conocer la guerra desde primera linea, ser protagonista y llegado el momento morir con dignidad y valentía. No albergaba ni la más mínima duda de cual era mi vocación y de que el instinto guerrero estaba más que patente en mi carácter... o al menos, eso creía entonces.
Como no podía ser de otro modo, acabé enrolado en las fuerzas especiales y desde el primer momento destaqué como tirador infalible. Esto supuso que el final de la montaña rusa que suponía el duro adiestramiento, terminara en una rampa de lanzamiento hacia mi puesto táctico en la unidad: tirador de élite, "sniper". Uno de los más certeros, sigilosos y letales hijos de la gran puta. Una serpiente de cascabel venenosa y malparida. Ese o eso era yo.
Entrenado para afrontar las peores condiciones posibles y capacitado para matar a quién fuera de múltiples formas, estaba totalmente preparado para lo que el alto mando estimara necesario.
Pronto me encontré en mi primer destino y no tardé demasiado en entrar en la rutina del combate real. Primero la aviación arrasaba el área a "limpiar" por medio de bombas incendiarias y de racimo. Superficie compuesta casi siempre por terreno semiárido, algún cultivo y pequeños núcleos habitados por elementos civiles donde se intentaban camuflar esos jodidos "comedores de lagartos". Ahí comenzaba mi contacto con la guerra, o mejor dicho, con los olores de la guerra. Me convertí en un experto en olfatear el transcurso de los combates. Tras las sucesivas pasadas de los bombarderos comenzaba a llegarme la peste dulzona del fósforo blanco y del gel de gasolina (odio el olor a napalm por las mañanas, huele a... rayos, me da náuseas). Luego el humo de la escasa vegetación y de las casas ardiendo y finalmente, el sutil aroma a carne quemada. Fuertes arcadas y cataratas de vómito, me costó mucho habituarme pero nunca lo superé del todo.
Una vez atenuados los fuegos, los diversos pelotones de vanguardia debían de proceder a neutralizar eventuales vehículos artillados o con lanzacohetes, posibles elementos con un lanzagranadas o una ametralladora ligera que supusiera una amenaza para las aeronaves o cualquier foco de resistencia armada. Entonces entrábamos en acción los francotiradores que apostados en puntos elevados y desde cientos de metros les dábamos cobertura disparando contra todo lo que se movía con un arma en la mano. En grupos de dos soldados, mi compañero con un visor especial señalaba los objetivos y uno tras otro daba cumplida cuenta de todos esos "cabeza de toalla". Apoyados por nuestro fuego preciso, los muchachos de primera linea señalaban con sus láseres los objetivos a destruir por misiles lanzados a varios kilómetros desde helicópteros suspendidos en retaguardia. Eramos demasiado valiosos para nuestro gobierno así que no podían permitirse mandar cientos de bolsas de plástico rellenas de carne patria de regreso a casa. Cuando había que expulsar guerrilleros casa por casa y en combate cuerpo a cuerpo, se ocupaban los elementos del gobierno local que eran muy aguerridos y podían morir sin que nadie se escandalizara.
Ese era mi poco heroico contacto con la guerra, podía ver estallar un cráneo en mil pedazos o a un enemigo destripado por una bala de punta hueca como si de un videojuego se tratara. La pantalla del visor de ultratécnologia de ultimísima generación era mi asiento en primera fila del conflicto. Causábamos el mayor horror que la técnica permitía sin apenas manchar nuestro flamantes uniformes de camuflaje con una sola gota de sangre. Solo el olor de la muerte con sus infinitos matices me recordaba que allí, al alcance de la mirilla y de los proyectiles, se estaba cocinando el Apocalipsis. Nunca supe a que sabían la sangre, el sudor o las lágrimas, ni a que olía la adrenalina, el miedo o el valor, hasta que una granada perdida de mortero acabó con mi compañero y a mi me dejó malherido. Entonces me pareció ver las palabras "game over" en el visor antes de perder el conocimiento.
Sordo, medio ciego y con terribles temblores, nunca pude volver a empuñar un arma y nunca más he vuelto a soñar con la gloria... apenas he vuelto a poder dormir una sola noche entera desde aquel incidente que me trajo de regreso a la sórdida realidad del mundo cotidiano. Licenciado y retirado del ejército me arrastro por el planeta como un zombie con cara de asco. Perdidos parte de mis sentidos mi olfato se ha agudizado de una manera extraordinaria, aunque esto solo me haya servido para percibir sin tregua ese maldito olor a muerte que me persigue. Pero eso va a terminar hoy, para siempre. Una nueve milímetros apoyada en la sien y mi pulso parecerá firme. Por fin sabré a que huele la paz... del cementerio.

martes, 6 de octubre de 2015

Querida Teresa

Efecto mariposa
Este concepto, aplicado a un sistema dinámico caótico determinado, explicado de una manera un tanto simple, implica que mínimas variaciones en el estado original de dicho sistema puedan originar grandes alteraciones en el resultado final a corto y medio plazo. Como dice el proverbio chino: "el aleteo de las alas de una mariposa puede provocar un tsunami al otro lado del mundo".

Querida Teresa, el niño que apareció muerto en la playa y todos los niños que padecen este y cualquier otro conflicto son mi debilidad, no puedo evitarlo. Pero eso no me impide intentar comprender lo que esta ocurriendo y tratar de despejar tanta niebla y tanto humo con el que tratan de ocultar una realidad más o menos objetiva que pueda existir al margen de la información con la que nos bombardean constantemente desde unos medios que únicamente están al servicio de los distintos grupos de poder. Su interés pues, no es el de ayudar a crear ciudadanos críticos sino autómatas dormidos que sientan que todo está bajo control. Hasta que escuchen como la tragedia llama a las puertas de su casa y se vean obligados a despertar de golpe a una realidad que desconocían hasta entonces. Curioso como se parece esto al argumento de Matrix

Uno de los temas más recurrentes cuando nos sentamos a departir en un círculo de amistades sobre lo divino y lo humano, es el de la capacidad que tenemos como individuos de influenciar en el estado de las cosas en el mundo. El primer argumento estrella es el de que todo viene de las "altas esferas" y que poco o nada podemos hacer. El mundo siempre ha sido así y no vamos a cambiarlo hagamos lo que hagamos. El bando contrario asevera que todas y cada unas de nuestras acciones repercuten en nuestra propia realidad y en la de nuestros semejantes. El mundo es tal y como nosotros lo creamos día a día. Por supuesto también están los que tiran por la calle del medio y se sienten cómodos con argumentos de ambos lados que por otro lado siempre parece la postura más adecuada al llevar implícito cierto "equilibrio"
En este tema, como en tantos otros, mi postura personal ha ido mutando constantemente de un extremo a otro parando por temporadas en el territorio fronterizo. Pero lo que en verdad importa es lo que pienso en el momento actual solo existe el presente y en este caso mi posición es bastante clara veremos por cuanto tiempo.
Cada pensamiento, cada palabra y cada acción determinan nuestra propia realidad y la del mundo que nos rodea.
Querida Teresa, te cuestionas sobre lo que puedes o no hacer para paliar tanta injusticia y tanto dolor, te sientes impotente y culpable por ello y esas son desde mi punto de vista, las dos cuestiones fundamentales: La impotencia y la culpabilidad.
Nadie va a acudir ni del cielo ni de la tierra ni desde otra dimensión u otro planeta a salvarnos de nada. El cambio tiene que venir desde lo más profundo de cada uno y se debe proyectar hacia el exterior con fuerza. La responsabilidad es totalmente compartida por todos, tirios y troyanos. Debemos tomar nuestras propias riendas y despertar de esa especie de narcolépsia en la que vivimos sumidos. Es nuestra obligación la de estar informados de lo que sucede en cada momento y es preciso  que adquiramos criterio meditado. Nuestras microdecisiones diarias, nuestro lenguaje y nuestra aptitud hacia nuestros semejantes le dan forma a la realidad. Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo. Albert Einstein. Así que algo debemos de cambiar en nuestra vida si no nos gusta lo que vemos. Tras sumergirme por un tiempo en el universo paralelo de "La teoría de la estupidez" y de la "teoría de la incompetencia",  me seduce mucho la idea de descartar la existencia de complot alguno por parte del poder real para perpetuar el estado de las cosas. Pero, por otro lado, soy plenamente consciente de los tejemanejes constantes a los que somos sometidos el común de los mortales. No en vano hace décadas que la Justicia, los políticos, el ejercito y los Media fueron comprados por quien tiene los medios para ello. Poder nada abstracto conformado por personas como tú y yo.

Me encuentro muy cómodo no debiéndole pleitesía a ningún dogma sea este de derechas o de izquierdas y huyo despavorido de lo "políticamente correcto". Creo sinceramente que mi deber esencial no es buscar lo correcto sino lo justo y también creo en la existencia de una especie de justicia común a la que podemos aferrarnos todos los humanos vengamos de donde vengamos.
Si perteneces a la derecha más reaccionaria, defiendes que los refugiados y emigrantes son una peste de la que tenemos que protegernos con ejército, vallas, y concertinas. bonito nombre para el alambre de espino Si eres de la "progresía", como dice un amigo mío, entonces crees que todas estas personas son víctimas indefensas e inocentes de el sistema capitalista que nos sojuzga y debemos abrir de par en par las fronteras para aliviar su sufrimiento. Cada uno en su grupo ideológico tiene su propia "tabla de la ley" donde se especifica que es lo "políticamente correcto" para cada asunto delicado y no sienten la necesidad de mirar más allá. En cuanto a lo que opinan el común de los mortales, si me ciño a mi entorno laboral, familiar y de amigos, mi impresión no puede ser más pesimista. La gente parece tener miedo a una especie de invasión pero es algo que no confesarían ante una cámara y un micrófono, deben ser correctos ante todo.

Hablar del conflicto en Siria, por centrarme en uno concreto, resulta bastante complejo porque en él intervienen unos cuantos actores de peso y han convertido el país en su patio trasero de disputas donde la población sufre los abusos y las salvajadas de todos lados Estado islámico, ejercito sirio, oposición, aviones yanquis, franceses, ingleses, turcos, rusos, iraníes y la siempre omnipresente presencia de Israel En mi opinión existen grados de responsabilidad sobre tanta tragedia, desde nuestros gobernantes hasta el último ciudadano con conciencia de serlo, pero nadie es absolutamente inocente, salvo los niños, tampoco nosotros.
Unos ciudadanos sirios escapan del horror y otros luchan por defender su tierra, cada cual en su bando. En total debe de haber unos cuatro millones y medio de desplazados por el conflicto y la inmensa mayoría están instalados en los países limítrofes: El Líbano, Jordania, Turquía... Todavía no se ha escuchado a ningún gobierno vecino protestar y dedicarse a levantar muros en su frontera.
En el grueso de los desplazados a las fronteras de Europa del este se encuentran ciudadanos sirios de toda índole, muchos de ellos gente con recursos, pero además hay una amalgama de nacionalidades presentes: iraquíes, afganos, paquistaníes, libios etc. Unos pueden ser considerados refugiados de guerra y otros emigrantes por diversas razones pero todos acuden en masa a los mismos lugares atraídos por el "efecto llamada" que hoy en día con las redes sociales es prácticamente instantáneo. Cuando mi padre emigró, lo de que en Alemania se ataba a los perros con longaniza tardaba en llegar  varias semanas por correo postal.
Creo ante todo que hay que socorrer a las personas cuando están necesitadas y en eso muchos ciudadanos están miles de millas por delante de los gobiernos. Luego debemos presionar a nuestros políticos para que trabajen de verdad en la resolución de los conflictos que acarrean sufrimiento humano y ahí es donde tenemos que reflexionar sobre a quien elegimos para la gestión de nuestros recursos.

Querida Teresa, justo es que tú tengas un trabajo digno, que puedas permitirte unas pequeñas vacaciones y que tu hijo pueda disponer del material necesario para desarrollar su educación, de eso no me cabe la menor duda. También es justo que cualquier niño del mundo crezca y se desarrolle bajo el amparo de sus progenitores y la protección de el gobierno de turno, eso también me parece indudable. El sentimiento de culpa es una herencia de nuestra educación cristiana y resulta tremendamente útil para quien vive satisfecho con el estado de las cosas. Para el resto de los mortales no sirve absolutamente para nada. Influir en nuestro entorno inmediato, ese es nuestro potencial. Cual mariposa bolboreta, puedes expandir tu efecto y modificar lo que no te gusta. También es tu responsabilidad, nuestra responsabilidad.
Hablando de amparo infantil y de responsabilidad quisiera terminar lanzando alguna pregunta al aire:
¿Por qué padres de familia con hijos a su cargo que no saben nadar, que de hecho quizá nunca hayan visto el mar, deciden embarcarse en travesías semisuicidas a bordo de barcas hinchables de recreo para alcanzar alguna cercana isla griega?.
Partiendo de ciudades como Bodrum (ant, Halicarnaso), una especie de Ibiza en la costa meridional turca, no se trata de huir de la guerra que ya quedó atrás. Nadie les dispara y nadie les obliga a subirse a bordo de esos ataúdes flotantes. ¿Por qué familias capaces de pagar abusivas cantidades a las mafias no pueden vivir en Turquía donde no les resulta complicado obtener el estatus de refugiado?. ¿Es necesario llegar a Suecia o a Alemania con la familia a cuestas?.
Como decía, todos tenemos responsabilidad en el mundo que creamos a diario con nuestras decisiones. Nadie velaba por la seguridad y la integridad física del niño de la playa, nadie.

Quiero utilizar para ilustrar mis palabras dos pequeños vídeos del incorregible, cáustico y difunto George Carlin. Lo descubrí hace poco y creo que su atormentada mente es capaz de iluminar la mía de una forma brutal. En este caso expresa mejor que yo lo que ambos pensamos de la democracia real y de nuestra responsabilidad como individuos.


"Lo importante no es el fondo del embudo sino el recorrido que hacemos a modo de regreso cual Anábasis, con quien lo hacemos y cómo lo hacemos, las micro decisiones que diariamente tomamos y el amor que damos y recibimos" Talhassa. Al Tagrí


martes, 8 de septiembre de 2015

Los zapatos de Ayran


Esta es una nana tradicional sefardí que ha viajado por la historia y por el mundo en la memoria de los refugiados judíos expulsados de la península ibérica hace más de quinientos años
Llevo ya unas cuantas horas viajando por el "maravilloso" mundo de las fotografías "icono" de innumerables conflictos y catástrofes naturales. Curiosamente muchas están protagonizadas por niños: Hiroshima, Auschwitz, Vietnam, Bosnia, Ruanda, Palestina...
Sin embargo hay una imagen que permanecía dormida en mi cabeza y que en su día me desgarro por dentro con tremenda violencia. Sé que son la punta del iceberg del sufrimiento infantil en el mundo, pero cuando puedes "tocar" la tragedia la perspectiva cambia por completo. Si lees en la prensa que una ciudad ha sido bombardeada y que como resultado hay cientos de muertos y heridos, el suceso pasa a ser uno más entre un aluvión de malas noticias que nos tienen narcotizados. La saturación nos hace insensibles. Pero si puedes ver un cuerpo destrozado por una bomba o escuchas el tableteo de un fusil y  las balas silbando cerca, la guerra deja de ser como en las películas.
En este caso era el vídeo de la muerte en directo de la niña Omaira Sánchez hace ya 30 años. Quedó atrapada tras la erupción del volcán Nevado Ruiz en Colombia y tras sesenta horas de agonía nada pudieron hacer por salvarla. Era solo una más de los 25000 muertos que dejó la catástrofe, lo sé, pero verla morir en directo y escuchar su entereza y su ternura con solo trece años es muy duro para cualquier persona mínimamente sensible. 
Aunque quiera nunca podré olvidar a esa niña y del mismo modo no creo que olvide jamás al niño sirio. Sin quererlo se ha convertido en un inocente símbolo de la sinrazón y la barbarie.
Cuando miro su foto en la playa, además de humedecer mis ojos, hay algo que atrae poderosamente mi atención: sus zapatos. Muchas de las imágenes del horror se representan con niños descalzos. La pobreza o la guerra les arrebata los zapatos junto con la inocencia. Sin embargo Ayran tiene buen calzado y eso no es baladí. 
En su país tenían un futuro digno no hace demasiado tiempo y todo se ha desmoronado en un abrir y cerrar de ojos como consecuencia del conflicto.
En su día, la guerra de Bosnia, en el corazón de Europa, me enseñó que nadie en este mundo está libre de conocer la crueldad más apabullante y la situación en países como Siria, Túnez o Egipto lo corroboran.

Quiero terminar con una frase que ya utilicé anteriormente en otro post. Esta extraída de el film "Seven" y me vuelve a parecer muy apropiada:

"Ernest Hemingway escribió una vez: El mundo es maravilloso y vale la pena luchar por él... estoy de acuerdo con la segunda parte"
Detective William R. Somerset (Morgan Freeman)

Ayran Kurdi

Junto a su hermano Galip

Duerme, duerme

Además de Ayran, Galip y su madre Rehan, otras nueve personas más, entre ellas tres niños, perecieron ahogadas en el mar en la misma travesía. En lo que llevamos de año más de 2500 personas han muerto ahogadas en las peligrosas aguas del mar en busca refugio. Aunque la depravación no entiende de patrias ni banderas los traficantes en esta ocasión presuntamente son de nacionalidad siria también.

jueves, 6 de agosto de 2015

Agua


El calor era insoportable, apenas despertaba al alba el disco solar se empleaba a fondo, los termómetros pulverizaban todos los registros. Eran ya veinticuatro días seguidos sin tregua y apenas cedía un ápice por la noche. Los humanos estaban al borde de la locura, la falta de sueño destruía la calma del más equilibrado. Era curioso como toda clase de circuitos, ya sean electrónicos o neuronales, se veían seriamente alterados por la implacable canícula.
Ni computadoras ni cerebros funcionaban como debían.
Las actividades al aire libre se habían restringido al mínimo, no se podía ni chasquear los dedos por el elevado riesgo de incendio y los cortes en el suministro eléctrico por el excesivo uso de refrigeradores y acondicionadores de aire eran continuos.
Allí, en aquella oficina bancaria, los ordenadores seguían activos gracias a los grupos generadores de emergencia pero no funcionaba el aire frío.

Había perdido la noción del tiempo, estaba aturdido y no pensaba con claridad. No podía precisar el tiempo que llevaba allí sentado esperando para ser recibido. Empapado en sudor, con la boca seca y pastosa sentía ahogarse. La respiración agitada y entrecortada le provocaba nauseas y comenzaba a marearse de nuevo.
Intentó recordar o imaginar lugares o momentos que le hicieran sentir mejor, buscó en ambos hemisferios de su cerebro algo que le diera un respiro. Era un pequeño truco para evadirse que su mente utilizaba en situaciones de necesidad. Un arroyo de montaña con agua fresca y transparente se le empezaba a aparecer, pero la imagen y el sonido se difuminaban... no conseguía centrarse, su mente estaba desbocada, el tremendo calor húmedo provocaba que los pensamientos se le disparasen en todas direcciones sin ningún orden aparente. Nunca había sentido algo similar, la inquietud empezaba a apoderarse de él.

Tenía un maletín en la mano izquierda esposado a la muñeca, le hacía daño. Llevaba un traje impecable con etiqueta de un tal Armani. Constantemente miraba a la esfera de su flamante Rolex de oro sin asimilar la hora que marcaba. La corbata le estaba estrangulando, se la aflojó. La situación se estaba poniendo un poco tensa, estaba inquieto, muy nervioso, balbuceaba y la gente a su alrededor empezaba a murmurar y se alejaban poco a poco de su lado, le miraban con una mezcla de estupor y curiosidad.

En situaciones límite su mente siempre acudía al rescate, era su tabla de salvación cuando el naufragio se convertía en desastre total y esta vez, de nuevo, volvía a suceder....
... muy lentamente una nueva proyección comenzaba a tomar forma en su cabeza, le llevó de la mano a su lejana infancia, junto a otro niño que le miraba sonriendo. Era verano y hacía mucho calor. Estaban en bañador y tenían un cubo de agua muy fría en la mano cada uno que acababan de sacar del pozo. Contaron hasta tres y se lo arrojaron por encima... la impresión de "sentir" el agua helada sobre su piel ardiente le arrancó un alarido desgarrador. Elevó su garganta y sus puños y sintió escapar la angustia, la impotencia, la ansiedad y toda clase de porquerías que le corroían por dentro. Por un pequeño instante el tiempo se detuvo, entonces pudo pensar con un poco de calma. Sintió relajar los músculos, la respiración se acompasó. Bajó los brazos y miró a su alrededor. Todo el mundo había salido despavorido. Estaba solo.

Le seguía resultando tremendamente trabajoso poder centrase en buscar refugio, bien real o imaginario. Así, mientras dilucidaba cual sería ese posible lugar una grata sensación le invadió y tuvo una especie de iluminación. Quizá fuera algo complicado encontrar un lugar confortable pero una cosa se le aparecía cristalina como el agua pura: sabía que no quería estar allí... y eso le pareció un magnifico principio.

El maletín seguía ahí, en su muñeca, buscó en los bolsillos de la chaqueta una llave para poderse liberar. Encontró un manojo de ellas con un llavero de "Maserati" y entre todas ellas dos pequeñas con las que logró abrir las esposas y el maletín. Le dio la vuelta y volcó el contenido en suelo de la oficina. Unos cuantos documentos y fajos de dinero en efectivo se desparramaron por el suelo. Detrás fueron el reloj, las llaves, un par de teléfonos y una cartera con documentación, tarjetas y más dinero que encontró en los bolsillos. Aflojó más la corbata y se la sacó por la cabeza, la chaqueta salió despedida lejos y se quito los zapatos. Eso lo recordaba perfectamente, le encantaba andar descalzo.

Se agachó y agarró un billete de veinte de los que acababa de arrojar de la cartera. Ahora si estaba preparado para salir de aquel maldito lugar. Salió al exterior y miró hacia todos lados, justo en frente había una parada de taxis, cruzó la calle dirigiéndose hacia allí. El calor seguía siendo infernal pero ahora sentía cierto alivio. Acercó el billete a la ventanilla del primero y le pidió que le sacase de allí cuanto antes. Sentado en el auto intentó relajarse y concentrarse en buscar sensaciones que le pudieran aliviar. Recordó la paz y la magia de las inmersiones subacuáticas, las imágenes adquieren un ritmo casi irreal, la semi-ingravidez y el sonido de la respiración le relajaban hasta cotas increíbles... eso era, necesitaba sumergirse en el agua, quería volver al origen. Le preguntó al chofer por un río o un lago cercano y este le indicó que no muy lejos, en plena ciudad, había una playa fluvial artificial donde estaba permitido el baño.  Sin mediar ni una sola palabra más, cosa que le agradeció una barbaridad, le trasladó hasta allí.

Tras apearse del taxi se acercó lentamente hacia la orilla; la camisa, los pantalones, calcetines y bóxer acabaron volando por la playa. Levantó la mano derecha y observo la alianza de oro en el dedo anular, pensó en ese trozo de metal pero no le encontró significado, lo extrajo con dificultad y la arrojó al río con todas sus fuerzas. Siempre le había gustado ver como salpican los objetos cuando eran engullidos por el agua.
Revisó su cuerpo con detenimiento, ciertamente estaba muy cuidado y trabajado. Siempre buscando el reconocimiento de sus semejantes se había esforzado mucho en construir un caparazón perfecto.
La lista de sus amantes era infinita pero su verdadera adicción no era el sexo. Lo que intentaba satisfacer cada vez con más ansia era su ego. Sus mágicos dedos, su lengua diabólica y su marmóreo falo nunca desfallecían. Se empleaba a fondo en complacer hasta el paroxismo a todas y cada una de sus partenaires con el objeto de obtener su orgasmo particular, el que lograba cuando le regalaban los oídos con toda clase de halagos y felicitaciones. Tenía que ser siempre el mejor, vivía por y para eso lo cual que le obligaba a mejorar y perfeccionarse cada día en post de su dosis de reconocimiento. Desde luego había invertido mucho tiempo en ese magnífico envoltorio pero llegados a ese momento no le resultaba imprescindible, más bien todo lo contrario.

Con total serenidad fue entrando en el agua, el frescor en los pies le confirmó que eso era lo que necesitaba. Caminó hacia el centro del río sin detenerse y cuando el agua le llegó a la barbilla tomó una última y profunda bocanada de aire y se sumergió por completo.
Siguió caminando hasta que comenzó a flotar y se dejó arrastrar por la corriente. Poco a poco fue soltando el aire de sus pulmones para no subir a la superficie, empezó a sentir la angustia de la falta de oxígeno pero intento calmarla y dominarla. Quería escapar del círculo, dejar de luchar.
Nunca llegó a entender el impulso que alimentaba esa cansina obsesión por persistir que todo ser vivo tiene grabado a fuego en su ADN. Incluso le chirriaba la energía electromagnética con que los electrones son atraídos por el núcleo del átomo para mantenerlo cohesionado o las fuerzas gravitatorias que mantienen el equilibrio en el cosmos. Quizá fueran todos ejemplos de una misma voluntad, quien lo sabe.
La presión en el pecho había cedido, su vista empezó a distorsionarse suprimiendo la visión periférica, solo podía percibir una extraña iluminación en el centro. Una luz sólida y espesa que le reclamaba. Un desconocido brillo en sus ojos entreabiertos y un semblante apacible le delataban, ahora si era dueño de su destino... ahora tenía toda la potestad sobre su vida... ahora solo tenía que dejarse llevar... por la corriente... nunca más río arriba...

-Este sería el final feliz al uso que se requiere a todas las historias de forma tradicional para poderlas presentar al "gran público". No sé de donde viene esa obsesión por hacer de los relatos cuentos de hadas pero en realidad mi versión original tiene un final muy distinto, mucho más trágico...-

... Hallábase nuestro "héroe" en pleno desprendimiento de toda servidumbre hacia su soporte material y renunciando voluntariamente a la lucha, sintiéndose libre, cuando el estruendo de dos cuerpos sumergiéndose en el agua muy cerca, le arrancó de su placentero viaje sin retorno. Dos pescadores se lanzaron sin dudarlo un instante desde un embarcadero cercano al verle pasar semihundido arrastrado por la corriente. Una vez en la orilla y tras arduas maniobras de reanimación lograron que su corazón volviera a latir y en pocos minutos retornó por completo. Comentaba la gente que era muy extraño el hecho de que no expulsara agua de los pulmones al recobrar la actividad cardiorespiratoria. Era evidente que no había tragado agua, dicho de otra manera, no había luchado por el oxígeno, no era un ahogado común.

Tras varios días en el hospital se encontraba totalmente restablecido y recibió el alta médica para poder regresar a su vida habitual. No conseguía recordar nada de lo sucedido ese extraño día desde el preciso instante en que entró en el banco. Los médicos le hablaron de un fuerte shock provocado por un golpe de calor, que se había recuperado bien y que no tendría secuelas. Lo de la memoria ya era otro asunto, probablemente iría recuperando poco a poco algún fragmento suelto pero también era posible que nunca alcanzara a tener acceso lo acontecido el día de autos.

En cualquier caso todo volvió a la normalidad, siguió teniendo el dinero por castigo y las amantes haciendo fila ante su alcoba. Su deslumbrante vida de éxito desmesurado recobró el impulso inicial y su perfecto embalaje le permitiría continuar ocultando sin fisuras una existencia hueca, fútil y superficial.

Cruel y descarnado, ¿verdad?.







miércoles, 29 de julio de 2015

Dias Extraños (Dueto)

-Nunca pensé en la posibilidad de hacer un dueto pero cuando Marrubi me lo propuso no lo dudé ni un segundo, de hecho me pareció un reto fascinante. Desde luego es algo muy distinto a elaborar un post en solitario, hay que interactuar y ponerse de acuerdo lo cual es algo más complicado. En cualquier caso estoy más que satisfecho con el resultado y creo que a merecido la pena.
Gracias mil Marrubi


"Recuerdos reales o implantados, editados o puros, grabados en piedra o en vaporosa bruma.
Lentos, espesos, nutritivos y dichosos pasaban aquellos días extraños.
Jornadas infinitas comenzaban con el más plácido de los despertares. 
Energía renovable y renovada.
Mente limpia en un mundo perfecto protegido por un amor inconmensurable.

Recuerdos de mañanas llenas de una luz especial, de un brillo de mirada tierna y cariñosa.
De suaves caricias de manos arrugadas y fragancias de piel, que me envolvían en abrazos.
Sonrisas inundando el aire y caminatas sin caminar a lomos del más fuerte de los corceles existentes, sujeta por riendas seguras que convertían en irreales los peligros.

Recuerdos de horas infinitas jugando sin juguetes e imaginando sin televisor. 
El cielo en los altos techos al calor del carbón.
Universo conocido, una calle sin autos unida al hogar por la voz familiar de una dama original.
Oscuras y frías noches, atenuadas por un cuento, una sonrisa y un beso de luz llamando a las puertas de Morfeo.

Instantes pasados, personas que fueron y hoy resucitan entre nebulosas de evocación.
Momentos vividos que, por bellos, fueron perfectos...o tal vez al revés.
Días placenteros que hacían pensar que nada podría cambiar.
Presente basado en ese tiempo pasado.
Dias extraños que, en ocasiones, anhelamos y regresamos en un viaje en la máquina de nuestro tiempo.

Recuerdos de los primeros instantes en este mundo que permanecen en nuestra memoria como el más plácido de los sueños.
Valga nuestro homenaje con este pequeño viaje al pasado"




martes, 16 de junio de 2015

Querido Marco

Es posible que algunos pasajes se presenten un tanto difuminados ante mi memoria, no lo sé, pero en cualquier caso, como los recuerdo te los describo y así deberás ponerlo negro sobre blanco mi querido Marco Aurelio. Por cierto, muy curioso tu nombre, para un niño de seis años resultaba un poco grotesco y ridículo pero ahora, con cierta edad, he de decirte que me encanta, te otorga carácter.

Era verano, eso lo recuerdo perfectamente, un día muy claro y luminoso que hacía que la estancia me resultara más acogedora aún si cabe. Había estado varias veces en su casa, de pasada, para buscar algo o para tomar un café, bueno, para que lo tomara él, me encantaba el aroma de una buena taza pero aún no me había seducido su sabor, era muy joven. Esta vez era distinto, se había ido de viaje y quiso que tuviera las llaves para ir cuando me apeteciera y, de paso, regarle las plantas.

A Salvador le conocía de la casa de la juventud del barrio, era animador sociocultural y, a pesar de la diferencia de edad, congeniamos con facilidad. Menudo, con poblada barba encanecida y ojos vivarachos, era obrero de una de las atarazanas de la comarca, tornero, ajustador o soldador, no lo recuerdo, era de las pocas cosas de las que nunca hablábamos, su trabajo.
Leía mucho y estaba bastante viajado por lo que era una fuente inagotable de información. Charlábamos durante horas una vez terminadas las actividades de la asociación, bueno, en realidad hablaba él básicamente. Le gustaba mucho platicar sobre cualquier tema, con calma y sosiego. Dotado de una voz aterciopelada y magnética era un orador extraordinario. Le encantaba hablar y a mi escuchar, rara conjunción planetaria.

Sus vacaciones las iba a pasar como cooperante en la Nicaragua de la incipiente revolución sandinista, era su segundo año y hablaba maravillas de la promesa de un futuro mejor y más justo para América latina que suponía la toma del poder por parte del FSLN. En El Salvador la guerrilla le estaba ganando terreno a las tropas gubernamentales y el "águila" gringa todavía no había hundido las garras en Centro América... eran tiempos felices.

Me encantaba su casa, tan viva y musical. Era un ambiente muy cordial el que se respiraba, con mucha gente entrando y saliendo, charlando y riendo. Libros por todas partes, en las baldas, encima de las mesas, en el suelo, en alfombras y jarapas. Cuadros y pósters de todas clases adornaban las paredes. Infinidad de discos, cientos de vinilos y montones de cassettes listos para ser engullidos por un equipo de alta fidelidad que hacía las delicias de mis entonces torpes e inexpertos oídos. Adornos de todas partes del mundo le daban un aire tan especial y tan distinto de lo que había conocido hasta entonces que me tenía maravillado.

La casa de mi padre era gris, sórdida, espartana, nada decoraba las estancias, no había música y no se podía hablar en la mesa. Nunca venían amigos a casa. Solo una pequeña nota discordante le daba un leve toque de color a la vivienda: mi madre. Me recordaba la casucha miserable de los protagonistas de "Los santos inocentes", una familia de labriegos al servicio de un señorito latifundista en la Extremadura de los años"60". La diferencia radicaba en que nuestra "covacha" estaba situada en plena zona metropolitana.

A veces, cuando me miro en el espejo, me pregunto que proporción del demonio padre de familia tengo en mis células, que porcentaje de veneno corre por mis venas. Hubo un tiempo en que me prometí a mi mismo abrirme dichas venas en cuanto apareciera cualquier atisbo de parecido con él. Ahora ya no lucho contra eso, no puedo evitar ser hijo de mi padre, es algo que no se elige.

Así que allí me encontraba, como un niño con zapatos nuevos, no sabía por donde empezar, hacia donde mirar, que libro escoger o donde sentarme. Me decidí por escarbar entre los montones de discos y darme un pequeño homenaje descubriendo delicias musicales totalmente desconocidas para mí. Sacar el disco de la funda, mirarlo con mimo, limpiarlo con suavidad, colocarlo en el plato, dejar caer con delicadeza el brazo que aloja la aguja... y cerrando los ojos esperar que la primera nota acariciase mis sentidos. Es una de las ceremonias litúrgicas más nutritivas para el alma que conozco, es como desnudar con suavidad a una nueva amante ávido por perderme entre los recónditos pliegues de su piel... exquisito.

Victor Jara, Silvio Rodriguez, Benito Lertxundi, Mikel Laboa, Mercedes Sosa, Chico Buarque o The Clash, Ramones y Sex Pistols entre otros muchos pasaron por mi escenario imaginario. Pero si hay un disco que recuerdo con especial cariño ese no es otro que el directo de Nacha Guevara cantando a Mario Benedetti en La Havana. No recuerdo las veces que lo pude haber escuchado, me sabía de memoria las letras, bueno, el tocadiscos creo que también.
Por supuesto que me estremecía la prodigiosa voz de Nacha, es muy singular pero lo que me dejaba pensativo eran sus letras y las recitaciones con ese acento tan exótico para mí.
¿Quién era Mario Benedetti?, seguro que podía encontrar algún libro suyo por el salón. Si, allí estaba el primero, una pequeña obra de teatro llamada "Pedro y el capitán"... muy impactante.

Benedetti era uruguayo, como mi admirado Enzo Francescoli.
Aquí debo hacerte una confesión mi querido Marco: sé que en determinados ambientes no son "políticamente correctos" según que "vicios" pero a estas alturas de mi vida es algo que me trae al pairo. Si, lo confieso, me gusta el fútbol, el buen balompié, no me importa si se trata del "Jogo Bonito" de la Brasil del 82, de la "Naranja Mecánica" de Cryfff , o la "Vecchia Signora" de Zidane. Por eso me encandilaba la elegancia del "príncipe". Me gusta sin más pretensiones que la de disfrutar de un buen espectáculo, lo demás es "pan y circo" y eso no me interesa en absoluto.

Como te decía Benedetti era "charrúa" como una  serie de personajes que a través de los años me han interesado, bastantes teniendo en cuenta el pequeño tamaño de esta república encajada a modo de península entre el Atlántico Sur y el Río de la Plata. Conocía por una guía turística la predilección que argentinos y brasileños con cierto poder adquisitivo tienen por las villas de Punta del Este y poco más, así que me empecé a interesar por el país.
Sabiendo que era la patria de Eduardo Galeano o Pepe Múgica entre otros, no pude evitar sentirme atraído por la idea de conocer el aire que se respiraba por ese rincón del hemisferio sur... pero eso es tema para otro capítulo mi querido Marco, ahora me siento muy cansado y creo que me voy a retirar a descansar.
Un fuerte abrazo amigo.






jueves, 14 de mayo de 2015

Lo profundo y lo esencial

nublada mente
 por incesante fragor
 precisas amor
A veces, durante una larga jornada de lastimero caminar, cuando las horas de intensa labor comienzan a sobrecargar mis hombros, un pequeño detalle que la mayoría de los días pasa inadvertido consigue sacarme del pesado bucle de los pensamientos profundos y graves. Puede ser una melodía envolvente que suena de repente en una radio que creía apagada o la visión de una frondosa ladera al pie de la carretera donde un árbol de vigoroso porte destaca sobre los demás.

A veces, en mitad de la noche, cuando la ciudad duerme, cierro por fuera la voluminosa puerta que sella la algarabía de mi cabeza y tras un largo suspiro me asomo a las tinieblas e intento escuchar lo esencial. Si consigues abstraerte del zumbido de fondo que una urbe produce descubres con sorpresa que una multitud de trinos de diferente tonalidad suenan hasta donde un oído humano puede percibir. La música sube de volumen a medida que la atención se centra en ello. Oculto en lo más profundo del humano paisaje una increíble pléyade emplumada toma al asalto las horas que el crepúsculo les cede. A modo de diminutos y frágiles ángeles caídos expulsados del paraíso diurno por el atronador ruido del progreso.

A veces, son decenas las personas con las que debo cruzarme y/o tratar por motivos laborales. La fuerte inflación ha conseguido que saludos corteses y amables palabras se hayan puesto por las nubes y estén al alcance de muy pocos bolsillos. En ese ambiente gris y plomizo es fácil que cualquier destello de color por insignificante que pueda parecer destaque como una amapola en un trigal. Una sonrisa, el suave tacto de una mano en el hombro, un pequeño gran diálogo sobre lo más trivial o un mutuo deseo de buenos días consiguen secuestrarme de la feroz realidad.

A veces, cuando intento recordar como era yo hace treinta años descubro que entonces lo tenía todo muy claro, diáfano y cristalino, no albergaba demasiadas dudas sobre la naturaleza de las cosas y la identidad de los responsables de tanto desastre. En esas condiciones no cabía ser más sabio... ¡qué iluso!
Ahora creo que soy una enorme duda con un ser mínimo adosado.

A veces, una lágrima precedida de una amplia sonrisa consiguen delatarme, en busca de lo profundo voy descuidando lo esencial.

miércoles, 22 de abril de 2015

Hanami

Hanami, que significa literalmente "ver flores", es un antigua tradición japonesa que se celebra en primavera desde el siglo VII. Cada año la Agencia meteorológica oficial hace un pronóstico de el florecimiento de los cerezos, entre finales de marzo en la meridional isla de Okinawa y mayo en la septentrional isla de Hokkaido. Los japoneses acuden en masa a parques y jardines a realizar un "picnic" y poder contemplar los árboles en flor. Esta celebración simboliza: "el comienzo de una nueva etapa, más fructífera y más bella que la anterior", además de servir para despedir al frío invierno. La esencia de la fiesta reside en el legado sintoísta y budista que es la base del sentimiento filosófico-religioso del país. El sintoísmo otorga una importancia capital a la veneración de la naturaleza y sus acontecimientos mientras que el budismo habla de lo efímero de la existencia. "La corta vida de la bella flor del cerezo (sakura) representa a la perfección la brevedad de la existencia y el pasar incesante del tiempo"
Fotos Marrubi-Flores de cerezo valle del Jerte
El "sakura" era el emblema de los guerreros "samurai" y en su particular código de honor la máxima aspiración era morir en su momento de máximo esplendor o florecimiento, en plena batalla. Igual que la flor del cerezo que cae del árbol antes de marchitarse empujada por el viento. Una leyenda cuenta que en un principio las "sakuras" era unicamente blancas pero debido a los suicidios rituales (seppuku) que los guerreros realizaban delante de los cerezos para evitar una deshonra cometida por ellos o sus familiares, estos empezaron a producir flores rosas debido a la sangre que los "samurais" derramaban.
Fuentes: wikipedia y agencia japonesa de turismo.
Fotos Al Tagrí-Flores de cerezos japoneses Jardín Botánico de mi pueblo
En infinidad de lugares a lo largo y ancho del planeta, incluida la península ibérica, tienen lugar fiestas y celebraciones similares que tienen como finalidad conmemorar acontecimientos naturales, eventos celestes o cualquier otro tipo de feliz suceso sin necesidad de someter a ningún ser vivo a tortura, sufrimiento o estrés. Es un tema que creo merece una profunda reflexión por parte de tod@s. 
Desde una visión un tanto alejada del centro de las "tradiciones", desde una posición cenital y con la debida perspectiva...no ha lugar a que la fiesta de algunos suponga el tormento y la muerte para otros, sean o no humanos. Esta es mi humilde opinion.
Fotos Al Tagrí- Flores de cerezos en mi rincón en la sierra



lunes, 13 de abril de 2015

Momentos Mix

"Odiaba entender el porqué de casi todo proceder humano y a la vez sentirme profundamente incomprendido, me hastiaba poder ver más allá y comprobar la ceguera general." Thalassa

"Si, sé que voy a morir, siempre lo he sabido, pero eso es como mínimo para luego que es futuro y no pienso demasiado en el futuro." Thalassa

"No deseo otra vida pero si necesito cuidar de mi memoria porque entre otras cosas soy lo que pueda recordar y lo que los demas recuerden de mi.
También puedo escribir..." La persistencia

"Debes buscar el silencio que precede a la lucha, ese mínimo instante de eterna quietud entre los latidos de tu corazón, el estremecimiento de una caricia en la inmensidad de la noche, el cálido abrazo de un lejano e infantil recuerdo que cubra tu semblante de la delgada pátina que un día fue la felicidad, el suave mecer de una embriagadora melodía..." Al Tagrí

"A veces por la noche se pasaba horas intentando en vano recordar su rostro difuminado en la memoria, podía rememorar su voz, la más bonita que había oído jamás, aterciopelada y tranquilizadora como ninguna y que hacía que se durmiera plácidamente con una sonrisa de felicidad, también su aroma y su tacto, pero no los rasgos de su cara y eso le causaba una tremenda angustia" Gaby


"El hecho de que Condoliza Washington hubiera tomado posesión de su cargo y fuera la primera mujer afroamericana en ocupar el despacho oval de la Casa Blanca y en la mera posibilidad de, emulando a Rob Cole, conocer y poder tocar la bata de Noam Chomsky hicieron que se decantara por la Escuela de Ingeniería del MIT en Cambridge, Massachusetts" Gaby

"En el fondo del mar entre tiburones encontraré brillantes perlas, las más hermosas flores en el lodo, algo de trigo entre la paja y alguna que otra aguja. Al girar la cabeza oiré lo sublime en forma de violinista en la abarrotada estación del metro; sufriré el "síndrome de Stendhal" al voltear una manzana y darme de bruces con Santa María dei Fiori o quizá un "semazen" vuelva a insuflarme el aire místico que provoca el giro de sus prendas mientras una voz profunda recita poesía y la música telúrica brota de mi interior"Pero la risa

"Del pasado nos quedan muchas fotografías, algunas hermosas, momentos lacerantes imposibles de borrar, segundos de placer o de sufrimiento paralizante, instantes de estremecimiento dorsal o de impotente agobio como mensajes en botellas flotando en un inmenso océano de cotidiana banalidad." Viento del desierto


"¿La vida surgió sin más o hay un diseño inteligente?, en ese sentido la visión nihilista me resulta adecuada pues la arrogancia homínida tiende a medir su grandeza por la del supuesto arquitecto. ¿Realmente importa tanto?" Viento del desierto

"Paradójicamente el mundo humano es un pedregoso y abrasador desierto de inhumanidad salpicado por contados oasis de fraternidad, amor y belleza." Viento del desierto

"Noto tensar los músculos, se acelera el pulso y siento las palpitaciones en los oídos, la adrenalina me desborda, me suda todo el cuerpo, se me dilatan las pupilas, lo puedo sentir, ahora lo veo todo con una extraña claridad, resoplo por los hollares como un corcel encabritado listo para la batalla, me ciño el yelmo, embrazo el escudo, desenvaino el acero y lo empuño con una fuerza inusitada, ahora me siento mejor que bien, la testosterona ha tomado el poder, me encuentro "on fire" y creo que podré con lo que sea..." ¿Quien era ese tipo?...

"En momentos así la sensibilidad se afina hasta extremos insospechados y el extraño transcurrir del tiempo, ora vertiginoso ora cuasi congelado, hace percibir la realidad un tanto curvada, ofreciendo perspectivas nuevas y sorprendentes. Las relaciones con los humanos circundantes se tornan diferentes, se alcanza a ver en profundidad y con increíble lucidez." ¿Quien era ese tipo?...

"Decir nunca es decir demasiado y alguna vez sí que le pedí algo apelando a su sentimiento de culpa, siempre me sorprende lo retorcidos que podemos llegar a ser." Sarri

"... era el animal más bello por dentro y por fuera y más educado en todos los sentidos que he conocido jamás." Sarri

"Ironías del Destino, paradojas de la vida, caprichos de los Dioses o paranoias de un enfermo bipolar, lo que quiera que fuera no deja de tener su gracia..." Sarri

"Recordaba que desde mucho tiempo atrás, tal vez desde siempre, encontró en él a alguien con quien tener conversaciones distintas a las habituales, más estimulantes desde luego y de quien esperaba y exigía una franqueza que en ocasiones llegaba a ser hiriente pero que suponía una garantía inequívoca de autenticidad." Rendir la fortaleza

"Considera que el mayor tesoro que posee una persona es la absoluta soberanía sobre su vida y que nadie debería marginar el recuerdo de quien ejerciendo esa potestad decide que no compensa y que es mejor ser honesto y rendirse cuando la batalla y la guerra están del todo perdidas." Rendir la fortaleza