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Siempre he querido ser soldado, desde muy niño mis juegos, mis sueños, las películas que veía y mis lecturas, giraban entorno al universo de la guerra. Conforme iba creciendo me preguntaba a menudo si algún día podría estar a la altura de mi padre, militar condecorado a quien no llegue a conocer. Pero sobre todo me intrigaba llegar a saber si, llegado el momento, sería capaz de enfrentarme en combate real, cuerpo a cuerpo, a un hipotético enemigo. El simple hecho de pensar en ello iluminaba y excitaba mi imaginación.Teniendo claro desde tan joven cual era mi destino inequívoco nadie en mi familia, ni siquiera mi madre, pudo disuadirme de llevar a cabo mis planes. Siendo así, con indisimulado disgusto y a regañadientes conseguí el permiso materno para abandonar mi casa y alistarme en el ejército siendo aún un adolescente. Comenzó así la meteórica búsqueda de mi lugar en el campo de batalla.
Quería conocer la guerra desde primera linea, ser protagonista y llegado el momento morir con dignidad y valentía. No albergaba ni la más mínima duda de cual era mi vocación y de que el instinto guerrero estaba más que patente en mi carácter... o al menos, eso creía entonces.
Como no podía ser de otro modo, acabé enrolado en las fuerzas especiales y desde el primer momento destaqué como tirador infalible. Esto supuso que el final de la montaña rusa que suponía el duro adiestramiento, terminara en una rampa de lanzamiento hacia mi puesto táctico en la unidad: tirador de élite, "sniper". Uno de los más certeros, sigilosos y letales hijos de la gran puta. Una serpiente de cascabel venenosa y malparida. Ese o eso era yo.
Entrenado para afrontar las peores condiciones posibles y capacitado para matar a quién fuera de múltiples formas, estaba totalmente preparado para lo que el alto mando estimara necesario.
Pronto me encontré en mi primer destino y no tardé demasiado en entrar en la rutina del combate real. Primero la aviación arrasaba el área a "limpiar" por medio de bombas incendiarias y de racimo. Superficie compuesta casi siempre por terreno semiárido, algún cultivo y pequeños núcleos habitados por elementos civiles donde se intentaban camuflar esos jodidos "comedores de lagartos". Ahí comenzaba mi contacto con la guerra, o mejor dicho, con los olores de la guerra. Me convertí en un experto en olfatear el transcurso de los combates. Tras las sucesivas pasadas de los bombarderos comenzaba a llegarme la peste dulzona del fósforo blanco y del gel de gasolina (odio el olor a napalm por las mañanas, huele a... rayos, me da náuseas). Luego el humo de la escasa vegetación y de las casas ardiendo y finalmente, el sutil aroma a carne quemada. Fuertes arcadas y cataratas de vómito, me costó mucho habituarme pero nunca lo superé del todo.
Una vez atenuados los fuegos, los diversos pelotones de vanguardia debían de proceder a neutralizar eventuales vehículos artillados o con lanzacohetes, posibles elementos con un lanzagranadas o una ametralladora ligera que supusiera una amenaza para las aeronaves o cualquier foco de resistencia armada. Entonces entrábamos en acción los francotiradores que apostados en puntos elevados y desde cientos de metros les dábamos cobertura disparando contra todo lo que se movía con un arma en la mano. En grupos de dos soldados, mi compañero con un visor especial señalaba los objetivos y uno tras otro daba cumplida cuenta de todos esos "cabeza de toalla". Apoyados por nuestro fuego preciso, los muchachos de primera linea señalaban con sus láseres los objetivos a destruir por misiles lanzados a varios kilómetros desde helicópteros suspendidos en retaguardia. Eramos demasiado valiosos para nuestro gobierno así que no podían permitirse mandar cientos de bolsas de plástico rellenas de carne patria de regreso a casa. Cuando había que expulsar guerrilleros casa por casa y en combate cuerpo a cuerpo, se ocupaban los elementos del gobierno local que eran muy aguerridos y podían morir sin que nadie se escandalizara.
Ese era mi poco heroico contacto con la guerra, podía ver estallar un cráneo en mil pedazos o a un enemigo destripado por una bala de punta hueca como si de un videojuego se tratara. La pantalla del visor de ultratécnologia de ultimísima generación era mi asiento en primera fila del conflicto. Causábamos el mayor horror que la técnica permitía sin apenas manchar nuestro flamantes uniformes de camuflaje con una sola gota de sangre. Solo el olor de la muerte con sus infinitos matices me recordaba que allí, al alcance de la mirilla y de los proyectiles, se estaba cocinando el Apocalipsis. Nunca supe a que sabían la sangre, el sudor o las lágrimas, ni a que olía la adrenalina, el miedo o el valor, hasta que una granada perdida de mortero acabó con mi compañero y a mi me dejó malherido. Entonces me pareció ver las palabras "game over" en el visor antes de perder el conocimiento.
Sordo, medio ciego y con terribles temblores, nunca pude volver a empuñar un arma y nunca más he vuelto a soñar con la gloria... apenas he vuelto a poder dormir una sola noche entera desde aquel incidente que me trajo de regreso a la sórdida realidad del mundo cotidiano. Licenciado y retirado del ejército me arrastro por el planeta como un zombie con cara de asco. Perdidos parte de mis sentidos mi olfato se ha agudizado de una manera extraordinaria, aunque esto solo me haya servido para percibir sin tregua ese maldito olor a muerte que me persigue. Pero eso va a terminar hoy, para siempre. Una nueve milímetros apoyada en la sien y mi pulso parecerá firme. Por fin sabré a que huele la paz... del cementerio.
Mira qué curioso, yo de niña siempre quise ser pirata o espadachín!
ResponderEliminarTe he dejado una tardía respuesta en el post anterior. ;)
Muxux!
Querida Isthar, quién lo hubiera dicho!!, espada-china!!, pi-rata!!, el caso es dar batalla, peleona que es una ;)
EliminarAquí el tiempo es relativo, un comentario nunca es tardío y si es tuyo mucho menos, siempre es esperado por mi... y lo sabes ;)
Fuerza, luz, claridad y amor para ti bella :)
Besarkada haundi bat.
Impresionante tu relato !!! No deja indiferente... en él está lo atroz de la guerra, lo descabellado, lo terrible... ese olor a cadáver, a muerte, a oscuridad... Y ¡¡¡con la Cabalgata de las Valquirias de música de fondo... Chán tataChááánnn
ResponderEliminarA veces conviene saber mirar de frente otras realidades que pertenecen al mismo mundo en el que vivimos... quizás eso pueda ayudar a trascenderlas... no sé...
Desde luego relatas de cine, Al Tagrí, mi enhorabuena por construir y ambientar tan bien esta historia,taaan Horrible : / que termina estupendamente en la Paz del cementerio ;-)
Un abrazo grande
Hola Milena :) gracias por tus amables palabras, me abruman.
EliminarMuchas veces he pensado que uno de mis "superpoderes" era tener la capacidad de comprender casi cualquier circunstancia humana, que podía ponerme en la piel de muchas personas y que, aún no justificándolas ni aprobándolas, podía meterme en los zapatos de casi cualquier humano. Eso era lo que pretendía, nada más. Comprender las otras realidades, como bien dices, nos ayuda a comprender el mundo que habitamos.
Otro abrazo para ti querida :)
me gusta la intensidad maravilloso con que dibujas tus letras
ResponderEliminarSi he podido transmitir esa intensidad con que he imaginado el relato, estoy más que feliz.
EliminarGracias por tus palabras :)
Estás en lo más íntimo del personaje, hablas en un presente que escuece y duele, cierro los puños pues escribo muy despacio, el impacto certero me ha dado de pleno y tengo unos instantes para pensar si sabe el que disparo ¿por qué?, yo misma me hago la misma pregunta.
ResponderEliminarImpecable, mi sincera felicitación.
Besos muchos y un gran abrazo
tRamos
Hola Bolboreta :) Eres todo fuerza y pasión, me alegro si has podido sentir la esencia del relato. La violencia y la crueldad es algo que están muy presentes en este desquiciado mundo por desgracia.
ResponderEliminarGracias por tus palabras querida