domingo, 31 de agosto de 2014

Jon G.

"Nuestra existencia no es mas que un cortocircuito de luz entre dos eternidades de oscuridad."Vladimir Nabokov



Hoy me he levantado temprano, ahora es mía, solo mía, camino por ella descalzo y con unos raídos "shorts" de tela tejana. Me viene la imagen de Charlton Heston arrastrándose por la playa minutos antes de darse de bruces con una terrible certeza. Yo también busco certezas aunque algo más livianas.
Estoy intentando emboscar a una vieja amiga, el marco es perfecto, ha amanecido un día luminoso y templado, el viento ha rolado a poniente y eso significa que el aire es más húmedo y fresco. La clorofila se dispara en el agua y una fantasmagórica bruma lo envuelve todo con rapidez. A pesar del vapor la luz es tan intensa que los colores se transforman de forma mágica. Tonos turquesa, esmeralda y azules verdosos envuelven la mar. El rumor de las olas, el viento en mi piel desnuda, el frescor del agua batiéndose en mis tobillos y el aroma a salitre crean la atmósfera ideal para que todo salga como lo he planeado. A prudente equidistancia de mí se encuentran el estrés, la ansiedad, el miedo y las preocupaciones por un lado y las servidumbres de mi cuerpo por el otro. Estoy descansado y sereno, no tengo hambre ni frío ni ningún tipo de dolor físico. La lujuria me ronda pero se mantiene a una comedida distancia, además, voy a encontrarme con una bella dama y el encuentro promete.
En esas circunstancias, si pudiera ver mi cerebro en una tomografía de positrones, podría comprobar como se ilumina cual árbol de navidad. Ella se dispone a soltar amarras y a llevarme de viaje. Estoy ansioso por ver donde nos dirigimos esta vez. Quizá me lleve a una relajante inmersión como tanto nos gusta, tal vez me lleve al futuro o junto a un ser querido al que eche de menos, quien sabe...

Veo venir a Jon G., ¿me lleva a 1986?, ¿por qué?. Esto si que no me lo esperaba. De acuerdo, no haré más preguntas, ella nunca me ha decepcionado, eso es cierto. Me encuentro contando el tiempo que me resta para acabar con los estúpidos días de servicio militar. Estoy en el cuerpo de guardia, en la centralita de teléfonos charlando con un amigo cuando veo que entra y solicita realizar una llamada.
Todos en ese lugar hemos oído hablar de Jon G., es el hijo de un propietario de terrenos lindantes con el acuartelamiento y que guarda una excelente relación con el comandante que dirige aquel sórdido cuchitril. Es un muchacho "especial", solo tiene diez y siete años, edad para poder ir voluntario y poder elegir destino. Tiene un aspecto entre aniñado y afeminado, muy delgado, su voz es extremadamente aflautada, sus pestañas larguísimas y una ligera pelusilla adorna su labio superior. Eso sí, sus manos y sus pies son enormes, se ve que trabaja duro en las labores agrícolas. Esta claro que su padre teme por la integridad física del chico y que ha preferido que el azar no se lo llevara demasiado lejos. No hace falta ser Séneca, en aquel infesto lugar es carne de cañón para los soldados veteranos, la crueldad y el sadismo están a la orden del día.

(Yo provenía de un ambiente extremadamente politizado y muy contestatario con el militarismo rancio y caduco. Pensaba entonces como pienso ahora que aquel modelo de ejercito estaba más dirigido al control de la mitad de la población, la masculina, que a la defensa ante un posible enemigo foráneo. Recuerdo el inefable: "Aquí mi pistola (agarrándose la entrepierna), aquí mi fusil, la una para joder y el otro para joder más" . Era el modo de perpetuar esa forma de sociedad anclada en el pasado, machista y reaccionaria. Hoy en día los métodos se han diversificado y la eficacia es infinitamente superior en el control poblacional. En una época en que la objeción de conciencia y la insumisión al ejército estaban en franca expansión yo, por diversas circunstancias, decidí acudir al "llamado de la patria". De todos modos tuvieron la "deferencia" de mantenerme alejado de todo servicio de armas, no fuera que me volviera majara como el "recluta patoso" de "La chaqueta metálica"y me diera por liarme a tiros contra diestro y siniestro. Infinitas gracias. 
Tuve la ocasión, sin embargo, de comprobar que aquello, entre otras cosas, era un perfecto muestreo aleatorio de mis coetáneos. Era una oportunidad única de comprobar de que madera estábamos hechos y realmente mi impresión no pudo ser más pesimista. Los muchachos de mi generación me decepcionaron hasta la desesperación, entraron en la rueda del alienamiento y el adoctrinamiento como corderitos con dientes de lobo, no  aprendieron nada en absoluto y eso se nota en el tipo de sociedad que "disfrutamos" a día de hoy.)

Marca el número y en cuanto alguien descuelga al otro lado rompe a llorar, casi no puede hablar ahogado entre sollozos. Habla un dialecto bizkaino muy cerrado, apenas entiendo alguna palabra pero tampoco es necesario, está todo muy claro. Noto que se me revuelven las entrañas y que el niño interior reclama actuar, no lo puedo permitir. En esa época todo me daba igual, nunca pensaba en las consecuencias y eso me costó algún que otro "contratiempo".
Cuando sale le reclamo: -" ven muchacho acércate y cuéntame que te ocurre". Le hablo con un tono paternal totalmente desconocido para mi, solo tengo diez y nueve años, dos más que él pero a su lado parezco un abuelo. Me cuenta como le atormentan y le agreden constantemente. Por las noches le sacan de la litera y le obligan a correr desnudo por los pasillos. Debe de existir algún tipo de competición para ver a quien se le ocurre la mayor barbaridad. Le intento calmar y le digo que no se preocupe por nada, que ahora mismo vuelva a llamar y le diga a su padre que utilice sus influencias para que le destinen a la compañía de servicios donde le podrán colocar de jardinero, a mi compañía donde yo respondo de su integridad. Tras hablar con su casa veo que se encuentra mucho más tranquilo y le digo que regrese a esperar acontecimientos. Yo también me siento aliviado, mucho mejor, creo que he tenido una gran idea.
Semanas después me encuentro en la puerta del barracón y veo para mi sorpresa un enorme petate con Jon G. prendido que se acerca por la acera. Con una sonrisa de oreja a oreja me dice que viene de jardinero y sin más se pierde en el interior del edificio.
Por ciertas circunstancias que no vienen al caso no le volví a ver en mucho tiempo, exactamente hasta dos meses después cuando andaba tras un nuevo recluta atormentándolo apelando a su veteranía. Había aprendido rápido, la vida se abre camino del modo que sea, pensé.
Jon G. se olvidó de mí en el preciso instante en que penetró en mi compañía, ni siquiera me dio las gracias. Yo sin embargo nunca le he olvidado, aún hoy treinta años después todavía le recuerdo.

En aquella misma época supe de un curioso experimento consistente en intentar reproducir en un laboratorio las condiciones de la tierra primigenia en la era en que surgió la vida (Experimento de Miller y Urey 1952). Una mezcla de metano, amoníaco, hidrógeno, nitrógeno, dióxido de carbono y agua era sometida a descargas eléctricas de 60.000 voltios a altas temperaturas. El resultado era la formación de una serie de moléculas orgánicas, "la sopa" de la vida. Dicho experimento se ha realizado con diferentes variantes y en casi todos el resultado es el mismo y aunque nunca se han llegado a formar proteínas la formación de dicha "sopa" original es constante.
La explicación química parece clara pero me pregunto por qué la vida se empeña en resurgir incluso en los ambientes más letales.
Me considero un agnóstico apático de manual, el nihilismo me desborda por los poros y sin embargo lo siento totalmente compatible con mi entrega al "amor fati", a un devenir consciente y a una evolución constante.
¿Qué extraña fuerza?, ¿qué íntima energía nos impulsa a esta especie de huída hacia adelante? 
La vida cae y se levanta una y otra vez de manera cansina y obcecada... excepto cuando no.
Sé porque me trae hoy aquí a Jon G., hace escasos meses supe que mandó parar y se suicidó.
La Parca una vez más se burla de mí, da un golpe en la mesa y me quiere demostrar que cualquier intento por restarle trabajo será en vano. Ya he perdido la cuenta de las veces que me ha mirado fijamente a los ojos para decirme que estoy en sus manos, que mis pírricas victorias no desequilibrarán jamas la balanza de la vida. Solo la muerte es más persistente.
Sé lo que ella, mi mente, quiere indicarme. No tiene porque haber un sentido de la vida, no tiene que existir un objetivo o un propósito superior que justifique nuestra existencia para intentar hacer cosas que si tengan sentido y que nos iluminen, que nos estimulen y nos impulsen para intentar ayudar y mejorar en nuestro periplo vital independientemente del resultado final.

Singladura, camino, periplo, transito, travesía, viaje, trayecto, odisea, aventura...

"La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para que sirve la utopía?. Para eso, sirve para caminar."
Eduardo galeano.
"No hay camino hacia la verdad, la verdad es el camino"
Mahatma Gandhi